El insulto. Nos lo anunciaba el presentador del informativo de Canal Sur como marcando la presa: el tema del día había sido Ana Mato y sus declaraciones afirmando que los niños andaluces eran “prácticamente analfabetos”. Luego, un Chaves en vaqueros, para que nadie lo confundiera con los señoritos a caballo de la derecha que “llevan en el ADN el desprecio hacia Andalucía y los andaluces”, defendía a sus hijos y nietos humillados, “insultados” y “vilipendiados”. Ah, ¿pero analfabeto es un insulto? Yo creía que era más bien una desgracia o un fracaso. Es más, dado el orgullo y el empeño que muestra Canal Sur a diario en sacar la incultura de nuestro pueblo como identidad o como gracia, yo pensé que para ellos era incluso sinónimo de buena gente, del pueblo llano y humilde de aquí, el que llena los sillones de María del Monte o de Jesús Quintero. No, el insulto es que una supuesta izquierda haya destrozado la educación pública y que sólo las élites económicas tengan acceso a una enseñanza de calidad. El insulto es que el informe PISA nos descubra nuestra altura africana. Insulto es cada vez que sentimos vergüenza al oír a un andaluz hablar en televisión. Insulto es que Andy y Lucas sean materia de examen y el referente de nuestra juventud junto con el niño del tambor de Juan y Medio. Insulto es ver el Día de Andalucía a Los del Río afirmar que ellos llevan por el mundo la esencia de esta tierra. Insulto es que el poder político alimente la ignorancia y la chabacanería desde su televisión de partido, alabándola como autenticidad. Insulto es comprobar cuánto les interesa una sociedad desinformada, iletrada, folclórica, cantarera y complaciente. Eso sí son insultos. Lo otro sólo es una triste verdad, la que ellos han construido y en la que secretamente se regocijan.
El séquito. Vino de fuera y cuando descubrió desde dentro la realidad de Canal Sur, que es la de toda Andalucía, alucinó. “Ni en la Cataluña de Pujol he visto este poder omnímodo, este absoluto control de todo, esta manipulación sin pudor, este cortijerismo del PSOE de aquí”. Recordé las palabras de este amigo cuando vi la crónica de la visita de Chaves a La Carolina. De repente, una metáfora visual pareció retratar todo lo que han hecho de esta tierra, estatuándola en alegoría. La cámara tomó el plano desde lejos, haciendo espejismos en el asfalto, y como si enfocara una larga ola acercándose. Allí estaban, llenando la anchura de la calle, orillada de pueblo miradizo; Chaves, Zarrías, consejeros, alcaldes, asesores, cortesanos, sastrecillos, pelotas, arrimados; decenas de dueños, jefes, esbirros, pajes o mindundis en sus diferentes estamentos; un séquito luisino que caminaba como tomando posesión de todo, midiendo a pasos sus dominios, después de hacer que pararan los coches y esperaran los pájaros. Una gran escalinata de lo que somos, el poder desenrollándose en su alfombra, como un rey entrando a una ópera. Así se muestran, así se mueven, así nos tienen.
Quizás. Del cara a cara entre Chaves y Arenas nos ocuparemos mañana. Ahora, cuando escribo, sólo me pregunto si acaso la política podrá con el fútbol, las ideas con la demagogia y la realidad con la propaganda. Quizás, sólo quizás...
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