Se van mis sobrinos, se va mi hermana. Mi cuñado Roberto ya los espera con trabajo y casa dignos, algo que aquí necesita cada día peleas en los periódicos y políticos fingiendo milagros para conseguir nada, sólo fracaso. No se van a Alemania a hacer la película del españolito, sino nada menos que a Canadá, donde nació Roberto. Canadá, que parece otro planeta, con árboles de altura extraterrestre, cimas de espejos y la distancia más grande que puede haber entre vidas, como entre soles. “Ya no es por nosotros, es por mis hijos”, dice mi hermana asumiendo que aquí no hay futuro, que no lo habrá, que han desahuciado a varias generaciones mientras los partidos se comían el país y el dinero se pudría en su máquina de hacer ricos y estafadores. Se irán cuando acabe el colegio y uno todavía piensa que es como si sólo fueran a dejar olvidados los babis o un sacapuntas, esa pena inconsolable que te daba de pequeño perder un sacapuntas. Pero no, se van lejos y no sé hasta cuándo. Al acercarse el momento, pensando en ellos me parece que voy desatando tristemente y uno a uno los globos de una fiesta que pasó, la fiesta de la que no me di cuenta, la de esos pequeñuelos en mis rodillas o las de sus abuelos, entre chocolate y dinosaurios. Y siento que viene algo que aún no he sentido jamás.
Se irán y dejarán cosas chupadas, cabezas arrancadas a muñecos, un kimono con colores de arco iris, un coche que vuela con un tigre encima, xilofones de payaso, caballitos descarrilados con los trenes, caritas como encaje contra mi barba, ese rastro suyo de ruedecitas y pisadas y migas, como de ratoncitos de la casa que te comían y te robaban el corazón. Yo apenas les leí algún cuento, les dibujé un Mazinger Z, les expliqué el ajedrez o un superhéroe o un planeta. Apenas los besé, tan arisco yo. No me gustaban los niños, o no los entendía. Seguramente siguen sin gustarme y sigo sin entenderlos. Pero dejan ese balancín descabalgado que se sigue moviendo en el pecho, esa casita de jugar que se te ha desinflado dentro como los castillos de goma en los que ellos saltaban igual que sobre mis hombros. “Papá está muy solito -dice Robertito-. Hay que irse corriendo antes de que el avión salga volando”. Volverá a reunirse la familia, pero quedaremos lejos los abuelos huérfanos y los tíos raros como yo. Se van mis sobrinos y mi hermana María, la de los rizos hermosos y el amor callado. Se van o me los quitan. Y yo apenas los besé. Pero los quiero.
3 comentarios:
Me encantaría en estos momentos hacer uso de una inteligente verborrea para expresar mis sentimientos, pero no me sale, solo me salen lágrimas porque a mí tambien se me va una hermana, mi prima Mariquilla, a la que cuidamos esas largas temporadas desde que tenía 4 meses y de la que soy su orgullosa madrina. Y mis "bolondritos" que así les llamo, y a los que echarátanto de menos su prima María todos los días del próximo curso, aunque todavía no sea consciente gracias a Dios de la realidad. Ya lo dice el refranero "más vale tarde que nunca" ¡Bienvenido al mundo de titos, titas, sobrinos y sobrinas!
Varias veces he necesitado par poder terminar de leer esta publicación porque se me caen cada lágrima q no puedo seguir xq a mi hijo Antonio tb se le ha ido su mejor amigo Roberto,juntos en el cole desde tres años,juntos en clase de Judo q siempre iban a su bola y tantas veces q me decía Roberto "Mili me puedo ir a tu casa"y cada vez q podía me lo traia.
Y me da una pena cada vez q mi hijo me dice "mamá,cuando vuelva al cole,Roberto no va a estar.
La verdad es que la lagrima se sale al leer el articulo, mi hijo Dani, el amigo del alma de Roberto, me pregunta o mas bien cuenta ¿mami cuantos dias hace ya que se fue Roberto?, estara bien?
yo le digo que si, se que llegara el dia que deje de preguntar, pero quedaran los recuerdos de tantos momentos compartidos y las fotos, esas fotos que estoy mandando a Maria por mail. ¡Buena Suerte!Os hecharemos mucho de menos. Parece mentira que vi como Juan nacia y ya se hizo tan independiente, tal salao y como decia el ultimo dia "no me quiero ir de Sanlúcar", entre sollozos y mi Diana lo miraba con pena. Muchos besos. Y a ti Luis Miguel, ya te llegara el momento de tener uno pequeñuelos. Firmado una amiga.
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