Ha
vuelto el otoño como un lento señor gato a la casa, sin darnos cuenta, después
de que en el verano nos avisaran de que se acercaban revoluciones y eras como
zepelines en el cielo. El señor gato ha entrado sin que veamos cambiar la
temperatura ni los colores. Ha traído el otoño con el periódico, pero no en los
ojos, que aún viven la marea de la carne, la saliva del sudor y la noche como
una alta palmera. Las revoluciones y las eras también se supone que han
llegado, porque ya han pasado por las grapas del calendario y sus protocolos de
cartero o verdugo. Pero no terminamos de verlas ocupar su sitio en los planetas
ni en las chozas. El horizonte sigue siendo el mismo lago quieto, y la tierra y
las manos siguen criando las mismas hormigas. La cuerda del sol se ha tensado,
es otoño realmente en las clepsidras de los dioses y en la cintura del
hemisferio. Pero aquí aún notamos el calor como una concha ardiendo, como un
escorpión en una piedra. Igual han cambiado de era en alguna centralita telefónica,
en algún almacén privado, en algún poema de algún cajón. Pero aquí aún notamos
el frío como un hielo que se orina.
Todo
se repite, pero lo que más se repite es el cambio. Y no sólo en las esferas celestes
que según Pitágoras y Kepler cantan, en el Universo que rueda, se mueve y se
mece para mantener a la eternidad existiendo. El cambio se repite en política,
dando vueltas para llegar adonde estaba hace un año o treinta, aun habiendo
visto en el camino mudar todo el tapiz de las estrellas o todas las caras de
una foto. Susana Díaz no es ninguna novedad en ese cambio estacional, circular
y cartográfico. No va a inventar otro horóscopo ni otro sistema solar, no se va
a salir del zodiaco ni va a torcer el eje del globo como una gavilla.
Simplemente flotará en las ecuaciones eternas de la partitocracia, cruzará por
primaveras como si la rozara un ala de cometa, pasará por tormentas que no la
moverán, y el tiempo la devolverá al mismo lugar aunque nos cuente que hemos
visitado galaxias de coral.
Susana
Díaz no puede hacer ninguna revolución porque no han cambiado ni las leyes
cósmicas de la política ni las del PSOE andaluz. Ella es la prueba. Una
manijera de partido para llevar Andalucía como se lleva una cantera. Un
Gobierno trapero construido según intereses provinciales. Un quehacer enfocado en
el pensamiento performativo, la confrontación, la menesterosidad y la
propaganda. La nueva era y la revolución, con megáfono de heladero, eran sólo
cartelones de verano, como de circo pobre. Ha llegado el otoño porque lo dicen
los mapas y los campanarios que se reguinchan en su sombra. Pero aún hace calor
como de tener un animal en los brazos. Ha llegado un nuevo tiempo porque lo
publicitaban el interés, el disimulo y el cinismo de los políticos. Pero
tenemos frío por dentro de la carne, por dentro de los años, y sentimos la
esperanza como un cubo de pozo vacío. Ya es otoño. La cintura del planeta baila
y nosotros tiritamos haciendo caso a la eternidad.
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