10 de septiembre de 2013

Triclinium: El hito del unicornio (08/09/2013)


Van a terminar cargándose la Constitución de cartón sobre la que juran el cargo y ese Hércules que ya parece el mosaico de Issos. Demasiados presidentes con prisa y apuro últimamente, demasiados convidados con hambre, demasiadas palabras repolludas haciendo entre todos una vaharada corrosiva, en aquel salón o en la autonomía. Después de lo visto en la investidura, yo me preguntaba si Susana Díaz, en el primer día de su Era, diría la gran palabra, la clave, la definitiva, la que esperábamos de verdad. ¿Diría Susana Díaz “unicornio”? No pasaría nada. Los de Canal Sur seguirían con las mismas sonrisas y caras iluminadas, como las que ponen los de Telemadrid cuando viene el Papa; la palabra “unicornio” significaría un hito histórico, una nueva época y un esperanzado cambio, y las reporteras de La Nuestra con vestido turquesa, con color y actitud de dama de honor y rostro de pastorcilla portuguesa, arrastrarían sus micrófonos hasta Susana Díaz, los consejeros de la Junta o los ex presidentes amojamados, para que nos contaran sus impresiones sobre el prodigio del nuevo tiempo. Hasta las mujeres del PSOE podrían hacer una pegatina o un musical: “Todas somos unicornios”.

El “día histórico” que proclamó Isabel Gómez, nada más comenzar el especial de Canal Sur, se apiló con otros miles de días históricos de nuestra autonomía en su estantería de latas. Ninguna otra podrá superarnos nunca en historicidad ni alambre. Vestida de blanco como una novia o un Niño Jesús, sacada en pañoleta del coche oficial, Susana Díaz se casaba consigo misma ante unas seiscientas personas. Estaban viejos autonomistas con bufanda sentimental, muy gordos de historia; estaba la flor y la nata de Andalucía y su éxito, la aristocracia orgánica que nos lleva hacia adelante, la de los políticos y consejillos. Y estaban Zapatero, Chaves, Griñán, Rubalcaba, como fantasmas de navidades pasadas, como huesos pelados que dejó Susana. No parecía la escenificación de un cambio, sino la culminación de un largo canibalismo, de sucesivas fagocitosis políticas. Pero, sobre todo, yo me preguntaba cuántos de esos invitados acabarían ante un juez.

Susana Díaz no dijo “unicornio”, pero sí “horizonte”, que nos “une la esperanza y la ilusión”, y que va a “gobernar con las ventanas abiertas” y “las luces largas”, las de deslumbrar conejos. Habló de “humildad” con toda la soberbia de la palabra y dio las gracias a Zapatero. Ha recibido la herencia de los mejores, como para no estar esperanzados. Pero la niña ya era toda una presidenta, la luz institucional, avasijada y como omeya, le hacía rosas acuáticas en el pelo, y hasta Griñán lloró. Sin exagerar. Lloró como una madrina. Aunque no sabemos si de alivio. Y alguien de la familia de Díaz, que estaba en primera fila con hermanas y sobrinitos por el suelo, no se pudo contener y gritó “¡ole, ole!”. Aquello no era la toma de posesión de una presidenta. Era una comunión de barrio. Se hizo muchas fotos con los invitados, fotos numerosas, arrebujadas, de ésas de decir patata que se piden a un camarero, y quiso llevar flores al busto de Blas Infante, otro muerto sentimental que habitan y devoran tantos aprovechados. Había muchos a quienes agradecer el día.

En Canal Sur no dejaban de insistir en el “cambio” o la “ruptura generacional”. Isabel Gómez daba paso a las entrevistas en este plan: “¿Cómo va a ser este nuevo tiempo?”, y la reportera Amaya García preguntaba haciendo apostolado, incluyendo las consignas de Susana Díaz. Más o menos así: “La mujer, la transparencia, la voluntad de acuerdo, de cambio… ¿qué le parece…?”. Creo que la nueva presidenta se ha decidido por una imagen maternal y Canal Sur colaboraba entrevistando a su hermana para que nos contara “cómo es en el ámbito familiar”. Sí, una especie de presidencia modelo Toñi Moreno. Al día (“súper emocionante” según Isabel Gómez) sólo le faltó que cantara Siempre Así. La Constitución y el pobre Hércules están acostumbrados a soportar, en estos actos, cosas peores en su nombre.

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