Todo esto de la izquierda y la derecha suena a brújulas que nadie usa, a cosa de viejos marinos, a batalla de soldaditos de plomo que el pueblo sólo entiende desde su purísima superstición. Hay por las calles una superstición de dioses que caminan con ruedas y hacen milagros de madera y vinazo, y hay otra superstición de un pueblo que cree que hay izquierdas que reinan para los pobres y derechas con su casta de espadones y curas, que es algo así como la derecha convertida en un naipe. Pero uno ha visto que la economía la manejan más o menos igual, que hay más beatones y acuñadores y hacendados en el sociatismo andaluz que en la derecha con saco que todavía pintan, que los dueños son dueños y hacen de dueños tengan o no genealogía en las chimeneas, y que la democracia ya está en otro sitio que no es un cuadro de ésos de los Estados Generales. Arenas se queda, pero tiene por delante esa superstición y uno no sabe muy bien cómo se pueden vencer las supersticiones. Las supersticiones son algo en que la gente nace ya enlechada, como ésta que en Semana Santa viste a los niños de cesto de nardos y a los mayores de pantaloncito corto, sólo porque se hace desde siempre. La derecha que fue un día ya no puede serlo, lo impiden la época, las reglas que han cambiado, unos derechos que son irrenunciables y el pragmatismo de que nunca sumarían una mayoría sólo con esas armaduras que acarrearon en el siglo XX. O la derecha se da cuenta, o fracasará. Javier Arenas creo que va por el buen camino y se va desvendando de esas supersticiones y perfumes de muerto. La mitología de la derecha no está tanto ya en ella como en la supuesta izquierda de aquí que la usa de espantajo pero exhibe a sus hermanos como Borgias. Pero ésta es tierra de supersticiones, con dioses barberos y magia de candeladas rodando por las cuestas. Habrá que ir refutando la superstición con hechos, y ésa es la tarea que le queda a Arenas, que hace bien en quedarse aunque se quede entre lanzas. Esta democracia debería representar ya algo más que la manera de disponer las sillas que quizá es ese distingo entre derecha e izquierda. Pero aún hay mitos que encienden la calle y encatacumban los pueblos.
20 de marzo de 2008
Los días persiguiéndose: La derecha (20/03/2008)
Parece que la derecha se va a quedar a trabajar en este jardín andaluz, el jardín que es Andalucía en estas fechas, un jardín de convento, hecho de flores eucarísticas, de mujeres que miran desde las sombras de las ventanas y de hombres o dioses santificados por una desnudez sin pecado, un poco como el jardinero del convento que se quita la camisa, aunque creo que en realidad los conventos no tienen jardinero. La derecha, digo, o sea Javier Arenas, que tiene el peinado de mármol de la derecha pero ya va sin corbata y eso significa que empieza a ser menos derecha o que se ha acabado esa primera comunión en la que parecieron vivir tanto tiempo, con sus cuadernos de nácar y su saquito de monedas como lenguas de santo. Rajoy está en su entierro, su entierro de Conde Orgaz, por un Madrid donde están fúnebres los bancos, que siempre han tenido fachada de tumba de ricos, y todos los taxistas de la Cope, viudos y un poco urracos. Cuando el PP nacional está entre matarse y heredarse, alguien quiso poner ya a Arenas fuera de Andalucía, a recomponer los jarrones y testamentos del partido, pero éste ha dicho que se va a quedar, a esperar otras primaveras, a esperar a cazar al gran oso del jardín andaluz, a esperar que se mueran los señoritos de aquí como una yegua coja, a conducir el cambio, la alternancia, y a hacer crecer sus escaños que van formando pavimento o escalera.
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2 comentarios:
Esta es tierra de supersticiones, donde la fama de 'señoritos' la tiene la supuesta derecha, pero donde los 'señoritos' de verdad son los que están supuestamente a la izquierda.
Esta es tierra de supersticiones, donde la fama de 'señoritos' la tiene la supuesta derecha, pero donde los 'señoritos' de verdad son los que están supuestamente a la izquierda.
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