Mala época para hablar de justicia, de derechos humanos, ahora que las naciones compiten por su orgullo y el pueblo quiere ver a sus campeones como a caballos brillantes de sudor y nervio. Olvidamos el crimen apenas nos ponen bellas cortinas y llamas delante de la verdad, apenas nos prometen la gloria del triunfo derramándose en nuestro verano de comodones. El olimpismo es una farsa y Pekín no quiere paz ni espíritus volando ni muros que se salten. Una farsa parece también nuestra democracia. Si hay algo que hoy me da aún más risa que ese espíritu olímpico de los forzudos emputecido por el totalitarismo chino, es aquel espíritu de las leyes del que habló Montesquieu emputecido por los jueces de aquí. En Pekín bailan con los muertos como en su año nuevo, pero sólo nos incomodará el horario de las competiciones. Aquí, el juez Urquía se vende a Roca prevaricando contra un derecho fundamental (el de expresión) y el Tribunal Superior de Andalucía lo condena a la pena mínima salvándolo de la cárcel, pero eso no nos alterará ni la siesta ni la piscina. Reflexiono sobre la justicia y la belleza, después de la ceremonia egipcia de inauguración de los Juegos. Citaría a Platón, si no fuera yo tan antiplatónico, así que me quedo con Makinavaja: “En este mundo podrido y sin ética, a las personas sensibles sólo nos queda la estética”. Pero cuando la estética es un sobredorado de la inmoralidad, ni eso nos queda. Reflexiono sobre la justicia, en la vieja China marcial o en esta Andalucía corrupta. Los ayuntamientos y los juzgados parecen a veces una fiesta en Tien An Men: burla a los muertos, insulto a la libertad, celebración estruendosa de los cínicos.
12 de agosto de 2008
Los días persiguiéndose: Fiesta en Tien An Men (10/08/2008)
En Pekín han hecho caligrafía china en el cielo, en los ojos de miles de muchachas y en las espaldas de miles de atletas, pero los fuegos artificiales sobre la Plaza de Tien An Men eran como un tiovivo colocado encima de una tumba. China extiende sus sábanas y dragones sobre sus crímenes, y me doy cuenta del horror que representa que el mal pose como algo grandioso, emocionante y plástico. Reflexiono sobre la justicia y la belleza, después de que la mayor dictadura del mundo haya caminado sobre papel y subido sus tambores y espadachines a las nubes y a las banderas, asombrándonos. Gran ceremonia que pone biombos a los muertos, coreografías de ciempiés, música de palitroques con que suena la sincronía de los esclavos. Era hermoso y terrible, como los funerales de los soldados, como ciertos sueños sobre el fin del mundo (los míos están siempre llenos de luces, olas y planetas). El olimpismo es una farsa, negocio y propaganda que quieren adornarse con las hebillas y los muslos de los dioses. Sobre los Juegos Olímpicos han volado las águilas forjadas del nazismo y se ha hecho guerra fría con metales nobles, pero hoy en día, son sobre todo una gran antorcha de dinero portada por oscuros y venales comités, siempre con la aureola de la sospecha y la corrupción flotando sobre ellos. Eso del hombre contra sí mismo da para poemas, manos haciendo palomas y piscinas llenas de fuego y niños, pero allí se vende otra cosa. Se le regala un escaparate a una dictadura, se le deja que hable cínicamente ante el mundo de los más bellos ideales y que haga una colada de banderas con las manos negras. Ellos ponen flores en el cielo y columnas a los pies de los héroes, bailan sobre bosques de bambú, nadan entre flecos, y el planeta admira cómo envuelven en seda y tallarines su suciedad, su tiranía, su opresión, sus cadáveres. Tien An Men estallando en colores era el aquelarre de la mofa y la hipocresía.
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