4 de agosto de 2008

Somos Zapping 27/07/2008

El bronceado de la eternidad. Con la camisa rosa y su tipito, parecía un helado de tres bolas al sol caribeño. Zarrías hace en Cuba su embajada de pobre ante los más pobres y de gordito ante los flacos, que es una manera ridícula de ir de rico por relatividad. Sólo en Cuba hay más borriquillos y sombrajos que en Andalucía y quizá por eso Zarrías se va allí todos los veranos, aparte del baño de ron y mulataje que se da a costa del presupuesto y del beso de bigotes que le regala la progresía de aquí a esa dictadura de viejos lagartos que aún les fascina. En Canal Sur, la noticia sonaba con campanas misioneras: la Junta civilizaba una selva o enseñaba a cantar a los cubanitos como a guaraníes. Tanto el reportero como luego Zarrías insistían en que la cooperación con Cuba no tenía “ningún matiz político” sino que sólo pretendía “mejorar las condiciones de vida de los hombres y mujeres del país”. Pero Zarrías visitaba el cuartel de Moncada, donde ayer se celebró el aniversario del “primer levantamiento revolucionario”, o se asomaba al balcón desde el que Castro “se dirigió por primera vez al pueblo cubano”, y eso es mucho fetichismo de lo caqui para ir sólo de hospitalario. En aquel balcón, bajo el que colgaba una pancarta que decía “por siempre”, Zarrías parecía querer impregnarse de la eternidad del castrismo como de un bronceado. Zarrías ofrece ya a las cámaras ese contrapicado de los dictadorzuelos. Sólo en Cuba duran más los gobernantes y los mesías que en Andalucía, algo habrá que aprender de allí. Seguro que Zarrías intercambiaría con los jefecillos de la revolución muchas ideas sobre cómo mantener “la alianza estratégica” con el pueblo, de régimen a régimen, de mando vitalicio a mando vitalicio.


Relicario. Verano en Canal Sur, ropajevero, lleno de croquetas de lo ya emitido... Sólo faltaba la última garbanzada de lo rancio, ese echarle guindas al pavo del franquismo sociológico de Andalucía con Azúcar, canela y clavo. Sarcófago de folclóricas viejas, destetamiento de las de nueva hornada, colada al viento de bragas de lunares aprovechando los retales de Se llama copla y la arqueología de la canción patria que guarda el archivo de La Nuestra como un cofre lleno de dentaduras postizas. El programa que vi lo dedicaron al machihembramiento, en temas y en alcobas, del toreo y de la copla, sangre caliente de tótem y de mujer que gobierna el imaginario castizo y facha de nuestra tierra, la pareja analfabeta que da los más puros hijos de la raza como en un encamamiento welsungo: el arte sin escuela de los cojones y de las niñas de plazoleta, la religión de la tradición, la santería del patetismo y la llaga, el machismo con su héroe y su sirena. Todo esto lo sublimaban, como entre quinqués de los años cincuenta, Gema Carrasco, ahora reconvertida en presentadora, Hilario López Millán y Pive Amador (los dos siguen pareciendo enamorados de su madre cantando). La copla y los toros, metidos los dos en un relicario, olían a meados de nuestra cultura sin cultura.


Barraca. He visto al fantasma de Quintero en el julio desértico de Canal Sur, su voz sin imagen entre refritos de todas sus épocas y cadalsos. Le oí recitar discursos de Edward R. Murrow y luego ofrecer la pantalla al humorismo eructante de Toni Rodríguez. El verismo puede que le valiera un día, hasta que con sus payasos de taberna quiso hacer cultismo por oposición. Parrafada grandilocuente, chistosos de pichas y luego adorno de flamenquito fusión. Menuda moda ésta, impuesta por los ignorantes musicales. Un tal Pitingo hace una versión con quejidos de Killing me softly y ya lo presentan como artista andaluz de vanguardia, como ese hortera de Manolo Carrasco, que se dedica a relinchar ante un piano que sólo parece el costurero o el armarito de su pequeño pony. Tantos falsos artistas como falsos filósofos. Paso ya de Quintero y de sus andaluces de barraca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Luis Miguel,
casi siempre estoy de acuerdo con el fondo de tus artículos. Aunque reconozco que me enganché a "se llama copla" por motivos extramusicales (conozco a Joanna desde que era una niña)me lo pasé muy bien con el programita.
En cuanto a Pitingo, me parece que el personal le echa mucho morro.
Creo que el padre de Manuel Carrasco tenía una zapatería y le compró a su hijo un gran piano blanco precioso, coincidí con él en el grado superior del Conservatorio en asignaturas comunes (no soy pianista) y ya era un redomado hortera. Es una virtud que con el tiempo sólo puede crecer.