Relicario. Verano en Canal Sur, ropajevero, lleno de croquetas de lo ya emitido... Sólo faltaba la última garbanzada de lo rancio, ese echarle guindas al pavo del franquismo sociológico de Andalucía con Azúcar, canela y clavo. Sarcófago de folclóricas viejas, destetamiento de las de nueva hornada, colada al viento de bragas de lunares aprovechando los retales de Se llama copla y la arqueología de la canción patria que guarda el archivo de La Nuestra como un cofre lleno de dentaduras postizas. El programa que vi lo dedicaron al machihembramiento, en temas y en alcobas, del toreo y de la copla, sangre caliente de tótem y de mujer que gobierna el imaginario castizo y facha de nuestra tierra, la pareja analfabeta que da los más puros hijos de la raza como en un encamamiento welsungo: el arte sin escuela de los cojones y de las niñas de plazoleta, la religión de la tradición, la santería del patetismo y la llaga, el machismo con su héroe y su sirena. Todo esto lo sublimaban, como entre quinqués de los años cincuenta, Gema Carrasco, ahora reconvertida en presentadora, Hilario López Millán y Pive Amador (los dos siguen pareciendo enamorados de su madre cantando). La copla y los toros, metidos los dos en un relicario, olían a meados de nuestra cultura sin cultura.
Barraca. He visto al fantasma de Quintero en el julio desértico de Canal Sur, su voz sin imagen entre refritos de todas sus épocas y cadalsos. Le oí recitar discursos de Edward R. Murrow y luego ofrecer la pantalla al humorismo eructante de Toni Rodríguez. El verismo puede que le valiera un día, hasta que con sus payasos de taberna quiso hacer cultismo por oposición. Parrafada grandilocuente, chistosos de pichas y luego adorno de flamenquito fusión. Menuda moda ésta, impuesta por los ignorantes musicales. Un tal Pitingo hace una versión con quejidos de Killing me softly y ya lo presentan como artista andaluz de vanguardia, como ese hortera de Manolo Carrasco, que se dedica a relinchar ante un piano que sólo parece el costurero o el armarito de su pequeño pony. Tantos falsos artistas como falsos filósofos. Paso ya de Quintero y de sus andaluces de barraca.
1 comentario:
Hola Luis Miguel,
casi siempre estoy de acuerdo con el fondo de tus artículos. Aunque reconozco que me enganché a "se llama copla" por motivos extramusicales (conozco a Joanna desde que era una niña)me lo pasé muy bien con el programita.
En cuanto a Pitingo, me parece que el personal le echa mucho morro.
Creo que el padre de Manuel Carrasco tenía una zapatería y le compró a su hijo un gran piano blanco precioso, coincidí con él en el grado superior del Conservatorio en asignaturas comunes (no soy pianista) y ya era un redomado hortera. Es una virtud que con el tiempo sólo puede crecer.
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