Orgullo y ripio. Aún estaba María del Monte cuando el programa se adobaba en otra fiesta típica, esta vez las Colombinas de Huelva. Por cierto, impagable el chiste “colombino” que nos regaló la presentadora, que no es nada graciosa sino que se limita a ser la estanquera sonriente de su catetismo no exento de guasa: “Claro que si Colón en vez de ir de aquí p'allá, viene de allá p'acá, ¿seríamos nosotros americanos?”. Menudo destello de ingenio entre los chistes de flojos y muertos de hambre de sus compañeros. Pero no fue lo que me llamó más la atención aquel día. Esas fiestas y ferias siempre retratan vivamente los vicios del ser andaluz, pero a mí me resulta especialmente inquietante y triste ese chovinismo ternurista, infantilón, que nos define como seres simples, madreros, que nos hace primitivos y pequeños en la satisfacción palurda del universo de nuestro barrio o nuestro pueblo. En una de las conexiones con las Fiestas Colombinas, unos señores levemente cantantes, ya macerados en el vino de su raza, nos dejaban esta declaración de catetismo ingenuo y febril: “Yo soy de Huelva y quiero a Huelva, porque sí, porque es distinta. Azul y blanco los colores de mi cielo, y en el Conquero está mi Virgen de la Cinta, la que yo quiero, ay”. Ya ven, Huelva es distinta (todos los sitios lo son) porque el cielo es azul y blanco (como en todas partes, aunque no coincida con el color de la bandera) y hay una Virgen (como en cada parroquia). Qué simples somos, en nuestros amores, deseos, gustos, afanes, paroxismos; qué felicidad de necio la de estar sencillamente en el sitio en el que nos ha arrojado la casualidad, qué pena ser siempre tan risible e indefectiblemente pueblerinos y, además, hacer de eso un orgullo, un valor y un ripio.
Trogloditas. Era un anuncio de Huesitos, era la película de los Picapiedra, era quizá Andalucía festejando ese atraso suyo un poco cromagnon. España directo nos enseñaba la fiesta troglodita de Piñar (Granada), que consiste en vestirse de leopardo, llevar garrote y collares de dientes, bailar “danzas africanas” (?) e inventarse troncomóviles. Era una prehistoria de dibujo animado, anacrónica como la que nos mezcla con dinosaurios (nunca el hombre coincidió con ellos). Aquello parecía divertido, si no fuera porque yo no podía evitar ver allí el más exacto retrato de lo que somos tantas veces: gentes orgullosamente primitivas celebrándose con gruñidos y estacazos.
2 comentarios:
Si en invierno la televisión es patética, en verano cuando no hay temas (con permiso de los Juegos Olímpicos) es casi incalificable.
Soy un fan tuyo, hasta el punto de empezar el periodico por tu columna.
Un saludo de admiración, muchos ánimos, hacen falta gente que sepan ver por encima de toda esta mugre.
Eusebio León.
eulesu@hotmail.com
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