
He pensado en los viajes centrífugos de Zarrías o Chaves, en este verano en que la economía trae cada día un ahogado más en las playas, leyendo la curiosa noticia de que Stephen Hawking va a hacer el Camino de Santiago, al menos en parte. Hawking quizá ha llegado a la Ruta Jacobea cayendo de la Vía Láctea, que es su espejo allí arriba, después de andar buscando tanto tiempo el agujero del que salió todo el universo. En realidad, lo del apóstol Santiago en España es un mito romanista más que dudoso y, de todas maneras, ese viaje no tiene como origen ir a adorar sus huesos de madera, sino la mucho más antigua marcha al fin del mundo, al Finis Terrae, siguiendo la ruta del sol, viaje iniciático de culturas precristianas. Zarrías y Chaves se marchan en sentido opuesto, hacia el Caribe y hacia el Adriático, porque desean huir al fin del mundo, esconderse allí donde no llegue la crisis, ni las malas noticias, ni las verdades que desmienten sus fantasías cada día. Pero ese otro Finis Terrae iniciático no es tanto un lugar al que llegar como el propio camino a recorrer, cosa que seguramente sí sabe Hawking y por eso es capaz de encontrarlo hasta en silla de ruedas. Sin embargo, nuestros gobernantes, que distan mucho de ser sabios, huyen verdaderamente en kilómetros y no les sirve de nada. Como en todo camino iniciático, y ya digo que el de Santiago lo es, lo que se encuentra al final es uno mismo. No sé si después de haber seguido al sol hasta el verdadero Finis Terrae nuestros políticos se verían por fin en sus mentiras, su desfachatez y su cinismo. Pero es otro fin del mundo al que ellos escapan. Hay viajes para buscar y hay viajes para huir. En Cuba o en Croacia están solamente lejos, ni salvados ni invisibles ni sin culpa. Hasta ese fin del mundo suyo en el que intentan refugiarse, todavía llega la verdad como un oleaje.
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