No, ni los políticos son filósofos ni vamos a pedir que los partidos se hagan unos a otros, en estos tiempos, besamanos. Pero hasta el insulto deja ver categorías. Tengo una recopilación de aforismos de Schopenhauer que editaron bajo el título de El arte de insultar y que es una maravilla de ingenio, osadía y clarividencia. Los políticos pueden ser mordaces, irónicos, puñeteros (Guerra lo era a su modo), pero como en la literatura, eso requiere el sustento de un fondo y sobre todo ese forjado que es la forma. Cuando Pizarro llama a Arenas “matón de discoteca” o lo manda al psiquiatra por “desequilibrado”, no ha hecho un dardo con una idea ni un filo con una imagen, sino un simple salivazo a partir de sus propias rebabas. Algo se ha perdido en esta manera encanallada de hacer política. Desde luego la estética, pero también la lógica, hasta el punto de que el PSOE andaluz acusa al PP... ¡de ser oposición! Sí, de “deteriorar, desprestigiar y manchar la imagen" del Partido Socialista y de Chaves, ha dicho el ínclito Pizarro. Y al hecho de criticar el poder omnímodo y abusivo, las formas autoritarias y desahogadas de esta casta que reina en Andalucía, o la misma figura luisina de Chaves, lo llama “estrategia de crispación política”, lo que a su juicio hace a Arenas merecedor de ser llamado “campeón del insulto”, ya ven qué grado de cinismo.
Uno todavía sueña con otra política, donde choquen las inteligencias y no los cortes de manga, los hechos y no el forofismo, los argumentos de ahora y no las herencias de ayer; donde nadie mande a nadie al psiquiatra pero tampoco, como ha hecho Arenas afeándose de nuevo, se califique al contrincante de “partido de la muerte”. Sueño con que ningún partido crea que la democracia le pertenece ni que le acompañan las legiones eternas y encoloniadas de los ángeles, con que ni en Andalucía ni en otra parte una ideología forme parte del ser de una tierra. Sueño con que la palabra retome su peso contra el eslogan y con que los adversarios dejen de ser enemigos a mamporros. Los políticos, ni filósofos ni santos, pero tampoco matones, bandoleros o rebañadores. En esta política que sueño, quien no está, desde luego, es Pizarro.
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