15 de diciembre de 2008

Somos Zapping 14/12/2008

Guónderfu. Han vuelto a retomar el anuncio, en esta época en que los dioses son indistinguibles de los queseros y la crisis nos hace tener sueños de Carpanta. Quieren que comamos los productos de aquí porque les ponen un sello como una carta del Papa, pero nuestros tomates, aceites, chacinas y garrafas no dejan de ser la cesta de cateto que seguimos llevando. Por eso sin duda han pensado que sus anuncios requieren estética cateta. Ya saben, me refiero a ése en que una camarera les dice a unos guiris “qué guónderfu ni guónderfu, este aceite está de lujo”. Ahí está, institucionalizada por la Junta, la satisfecha ignorancia del andaluz, y no sólo de un idioma extranjero, sino ésa otra más primigenia que es el espanto, la sorpresa, la incredulidad del paleto ante el hecho de que simplemente pueda existir algo diferente a su pueblo. Eso representa esta camarera, a la que sólo le falta decir “¿qué te pasa en la boca?”. Quién sabe, lo mismo la Junta ha considerado que el catetismo del andaluz es tan producto de esta tierra como el resto de lo que hay en esa cesta de gallinas que andan vendiendo.


Cervecita y caracoles. La publicidad nos coge por lo pobre, lo festivo, lo cateto, lo sesteante o lo racial, pero no deja de arrastrar al andaluz por sus tópicos. Lo mismo la botella “colorá” de Ariel, con el precio y el color de nuestra pobreza, que la Andalucía emporrada que se deja llevar por sus “sensaciones”... He visto últimamente un anuncio de café en el que se ventea a abanicazos y a rabazos de jaca toda esa olorosa complacencia en lo andaluz. La cancioncilla que lo acompaña, de El Arrebato, es un penoso elogio a esa felicidad mollar y decadente del que todo lo recibe del cielo o de la sangre: “Háblame del sur, de su gente, háblame del noches de relente, háblame de sol y de alegría y cuéntame cositas que tú sientes”. En realidad esa canción es una versión de la original, con letra algo diferente, en la que además de revolcarse en esa Andalucía laxa el cantante pide “dame cervecita y caracoles”. El Arrebato va vestido de aparcacoches pero no es un paria ni mucho menos un rebelde, sino un conformista y un rancio que anda chutado todo el día entre la molicie y el chovinismo. De ahí que sea tan querido por los poderes públicos y tenga tanto espacio en Canal Sur: representa la Andalucía que gusta al poder. Harto estoy ya de esos anuncios luneros y de la felicidad idiota del andaluz al que le basta con una guitarrita y una parra. Necesitamos bastantes más cosas (libertad, justicia, trabajo, prosperidad, cultura...) que cervecita y caracoles.


Libertad de expresión. Algo huele mal, como a sábanas de una enfermedad o de una orgía; algo rezuma babas, indecencia, lascivia, cuando vemos a los políticos premiando a periodistas y a éstos recibiendo sonrientes y satisfechos el abrazo blando y repugnante del poder. Una prensa ni molesta ni peligrosa para la casta gobernante, y por eso llamada a sus balcones para ser enjoyada, es una prensa que ha fracasado, que se ha vendido. Las noticias de Canal Sur nos enseñaban a Chaves y a Zarrías entregando los Premios Andalucía de Periodismo, que otorga la Junta a una prensa como sólo jardinera o concubina, y la humorada o el cinismo del redactor aún le llevó a definir el acto como un “alegato por la libertad de expresión” y “la muestra de una prensa plural”. Entre los premiados, Canal Sur o El Correo de Andalucía (¿recuerdan lo de Prensa Sur?). “A menudo discrepo con ellos [los periodistas], o ellos discrepan conmigo, y eso es absolutamente legítimo”, dijo allí el mismo Chaves que premia o castiga a los medios, el que se querella contra periodistas incómodos, el que se indigna porque se destapan los manejos de sus hermanos, el de “¿dónde está el fotógrafo de EL MUNDO?”. Obsceno y terrorífico. Afortunadamente, hay algunos que nunca ganarán sus premios.


Lotería. Ahí está de nuevo la Andalucía con los brazos extendidos, la que aguarda en vez de hacer, la que reza a las estrellas, la que mira hacia arriba por si le cae un pan en la cabeza. Ahí está el último rescate de la suerte, una necesidad triste de magos, la esperanza amontonada de los pobres, el fracaso definitivo de los gobiernos. Cuando suene el teléfono, hay que decir “quiero lotería de La tarde con María”.

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