La Andalucía que quieren. María del Monte sigue manejando sus pucheros de babas e higadillos en unas tardes como de escupidera de viejo. El otro día comenzó, con esa urgencia ansiosa de los glotones, dando paso apresuradamente a un directo desde San Fernando, para que una señora, a la que le habían ardido el piso y el padre, pudiera distraernos en la sobremesa contándonos que el hombre está “con un infarto, los pulmones encharcados y todo quemado por dentro”. Luego, la folclórica habló por teléfono con el padre de Mari Luz Cortés y, sin solución de continuidad, presentó a sus chistosos oligofrénicos. Así entiende esta gente cómo debe ser la diversión de los buenos y sencillos andaluces: tragedia ajena bien bañada en lágrimas y supuraciones, y después la gracia puerca, gastrointestinal y lobotomizada de esos caricatos de vino y plazoleta que se mueven siempre como con los pañales cagados de su chistosismo o sus taras. El programa de María del Monte también es un ejercicio continuo de superación. Siempre hay algo más apestoso o más ridículo cuando lo anterior, ya sean la pastelería de sus gordos, ese chovinismo suyo de alberca o los teatrillos a cuatro patas, nos parecían la cima. Creo que María del Monte es la medida de todo lo que quieren hacer de Andalucía, de todo a lo que quieren reducir Andalucía. La santera del régimen, la gobernanta de ese plan general de imbecilización del andaluz. ¿Cómo no la propuso el PSOE para dirigir la RTVA, si ella es toda la Andalucía que quieren retratarnos?
Premio. Iba a hablar del nombramiento de Pablo Carrasco como director de la RTVA, pero he encontrado algo que define casi mejor el cinismo de estos rebañadores de lo público: la Academia de Televisión, dirigida por ese arrimado que es Manuel Campo Vidal, le ha concedido uno de sus Premios Talento a Teresa Sáiz, jefa de producción de informativos de Canal Sur. Desde luego, hay que tener talento para hacer de Andalucía esa fiesta de prosperidad y consejeros que nos saca La Nuestra en sus noticias. Este mismo premio ya se lo dieron otro año a Rafael Camacho, cómo no. ¿Para cuándo el premio a la poca vergüenza?
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