1 de diciembre de 2008

Somos Zapping 23/11/2008

El premio. Los premios, ese cóctel de vanidad y abrillantador que se da a alguien porque lo merece o a pesar de que no lo merece para nada... Pero éste, desde luego, es un premio especial. No ha sido un premio a un programa, sino a toda Andalucía. El trofeo que España nos entrega por representar, aun en estos tiempos, una pureza, una esencia, una verdad. Nada menos que un Ondas, ese glorioso y deseado caballo alado que parece esperar ante Troya o ante una esfinge. Un Premio Ondas que pesa y se acaricia en las manos de cristal de las presentadoras como un falo que sostuviera una novia vestida de novia o una sacerdotisa. Este premio, sí, es para toda Andalucía. El premio a que Andalucía todavía sigue en el sitio que le corresponde, a que nunca llegaremos más allá de nuestros tópicos, a que somos feliz y orgullosamente esos tópicos. El arte sin escuela, la pena con cante, la redención de las mujercitas de patio, la antigüedad de las razas descalzas, la pobreza primigenia de los tambores, la obcecación en la ignorancia de otras cosas más bellas y más importantes... Un premio para toda Andalucía, ese Ondas que le han dado a Se llama copla por su histórica audiencia, por devolver a toda una región al tiempo, la estética, las alcobas y las enaguas de las películas de Estrellita Castro o Joselito. Enhorabuena, aunque estos Ondas los dé la Ser, Prisa, que suele repartirlo todo entre amigotes y adeptos. También se llevó un Ondas Canal Sur Radio por su vigésimo aniversario, y el muñequito con tambor que es Manolo Casal volvió a decir que ellos son “la voz de Andalucía”. Enhorabuena, sí. Son premios que esta Andalucía, ésta que han hecho los que ya conocemos, tristemente merece.


Patrocinio. Premios y festivales, escaparates y chorreras de sus dueños. La política patrocinando la cultura parece que nos enseña sólo su culo enmarcado para que lo besemos sumisamente. Vi durante las noticias de La Nuestra que, en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en sus fachadas que intentaban un gótico de la propaganda, unas grandes letras proclamaban: “Canal Sur con el cine andaluz”. Pero en este caso su aportación al séptimo arte, a este festival de largo nombre como hotelero, y que llenaba esos minutos en el informativo, era una peliculilla de los chicos del programa La banda, rodada en Isla Mágica con todavía menos talento que cámaras. Aquello era como los teatrillos de los payasos de la tele, pero sin ingenio. Pues esto es lo que lleva la política a los festivales, este cine de bollycaos, cutre y tonto, esta ridiculez como rodada durante un recreo que hace que las pelis de Parchís parezcan de Orson Welles. El cine reducido a un quiosquito, la televisión al folclore, y toda la cultura en general al compadreo, a la venalidad y al lacayismo. El poder político patrocinando la cultura apesta como si de verdad nos enseñara su culo enmarcado.


Imaginación. ¿Qué puede hacer Canal Sur cuándo sus informativos no tienen más remedio que sacar un ERE tras otro? Pues quitarle leña a la cosa y presentarnos, por ejemplo, “la solución (!) imaginativa” por la que ha optado una empresa de Linares creando una “bolsa de horas”. O sea, la empresa para los viernes pero los trabajadores cobran el sueldo completo, con el compromiso de recuperar esas horas cuando escampe. Para las noticias de Canal Sur, esto “viene a demostrar que, con imaginación, la crisis podría ser más llevadera”. Pues nada, crisis solventada. Otra solución “imaginativa” es distraer al andaluz con los repompeos reales. Menudo día de baboseo nos dieron en Canal Sur con la medallita que le otorgaron a la princesa Letizia los maestrantes sevillanos, esa casta abotonada en los miriñaques de su amojamamiento. Como se trataba de una mujer “no nacida en cama real”, a un reportero de Contraportada el gesto de la rancia y machista institución le pareció “aperturista”, ya ven esta tele progre... Los varios comentarios sobre los zapatos de la princesa, el acierto de que no llevara medias negras (“es que ser princesa no es tan fácil”, dijeron en Mira la vida), o sus lazos (“la lazada es de oro”, comentaban; “hombre, para una princesa...”, apostilló alguien) nos hicieron desde luego olvidar la crisis para reparar en algo quizá más grave: la idiotez.

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