12 de agosto de 2008

Somos Zapping 11/08/2008

El zoo. Cómo serán el peso, la zurrapa y el algarrobaje de vulgaridad que le otorga a la tarde María del Monte que ahora, en agosto, su sustituto Rafael Cremades me parecía Pedro Piqueras. Me lo encontré inesperadamente, tras quedar yo atrapado y estupefacto por un teatrillo que hacía El Linterna con un par más de esos chistosos de porqueriza o borrachos de boda que vienen hocicando en el programa desde hace un tiempo. Me arrepiento de haberme metido una vez con los sketches sin guión de Los Morancos, que ahora se me hacen comparables a los de los Monty Python al lado del humor de lobotomizados que perpetran estos botarates. Sí, aquello era como si la cámara hubiera enfocado durante unos minutos una jaula de monos revolcándose, haciendo mojigangas con los morros y palmoteándose el culo, mientras Manolo Sarriá chillaba pidiendo plátanos. Fue cuando volvían a su asiento, con cara de haber hecho de vientre entre la paja, que me fijé en que estaba allí Cremades, el pobre, forzando una sonrisa que por primera vez me parecía que intentaba disimular auténtica vergüenza. María del Monte encajaba en aquello como la madre de todos esos churumbeles puercos, y quizá no nos habíamos dado cuenta realmente de cuánto había bajado el nivel del programa, a la altura de un campeonato de pedos, hasta que vimos allí a Cremades, también maestro botijero de lo andaluceante, y que sin embargo se diría que era un lord que había bajado, equivocado, a la sentina. Lo de María del Monte ya era un zoo. Cremades parece que se va a dedicar más a las entrevistas a las bisabuelas. Se ha rendido a la evidencia de que para presentar aquel chistosismo hace falta dominar el lenguaje de las bestias, y no todo el mundo está tan preparado como María del Monte.


Orgullo y ripio. Aún estaba María del Monte cuando el programa se adobaba en otra fiesta típica, esta vez las Colombinas de Huelva. Por cierto, impagable el chiste “colombino” que nos regaló la presentadora, que no es nada graciosa sino que se limita a ser la estanquera sonriente de su catetismo no exento de guasa: “Claro que si Colón en vez de ir de aquí p'allá, viene de allá p'acá, ¿seríamos nosotros americanos?”. Menudo destello de ingenio entre los chistes de flojos y muertos de hambre de sus compañeros. Pero no fue lo que me llamó más la atención aquel día. Esas fiestas y ferias siempre retratan vivamente los vicios del ser andaluz, pero a mí me resulta especialmente inquietante y triste ese chovinismo ternurista, infantilón, que nos define como seres simples, madreros, que nos hace primitivos y pequeños en la satisfacción palurda del universo de nuestro barrio o nuestro pueblo. En una de las conexiones con las Fiestas Colombinas, unos señores levemente cantantes, ya macerados en el vino de su raza, nos dejaban esta declaración de catetismo ingenuo y febril: “Yo soy de Huelva y quiero a Huelva, porque sí, porque es distinta. Azul y blanco los colores de mi cielo, y en el Conquero está mi Virgen de la Cinta, la que yo quiero, ay”. Ya ven, Huelva es distinta (todos los sitios lo son) porque el cielo es azul y blanco (como en todas partes, aunque no coincida con el color de la bandera) y hay una Virgen (como en cada parroquia). Qué simples somos, en nuestros amores, deseos, gustos, afanes, paroxismos; qué felicidad de necio la de estar sencillamente en el sitio en el que nos ha arrojado la casualidad, qué pena ser siempre tan risible e indefectiblemente pueblerinos y, además, hacer de eso un orgullo, un valor y un ripio.


Trogloditas. Era un anuncio de Huesitos, era la película de los Picapiedra, era quizá Andalucía festejando ese atraso suyo un poco cromagnon. España directo nos enseñaba la fiesta troglodita de Piñar (Granada), que consiste en vestirse de leopardo, llevar garrote y collares de dientes, bailar “danzas africanas” (?) e inventarse troncomóviles. Era una prehistoria de dibujo animado, anacrónica como la que nos mezcla con dinosaurios (nunca el hombre coincidió con ellos). Aquello parecía divertido, si no fuera porque yo no podía evitar ver allí el más exacto retrato de lo que somos tantas veces: gentes orgullosamente primitivas celebrándose con gruñidos y estacazos.

2 comentarios:

yinyang mason dijo...

Si en invierno la televisión es patética, en verano cuando no hay temas (con permiso de los Juegos Olímpicos) es casi incalificable.

EULEON dijo...

Soy un fan tuyo, hasta el punto de empezar el periodico por tu columna.

Un saludo de admiración, muchos ánimos, hacen falta gente que sepan ver por encima de toda esta mugre.

Eusebio León.

eulesu@hotmail.com